lunes, 2 de enero de 2017

ALABANZA DE LA LENTITUD, de Lamberto Maffei

MAFFEI, L. (2016) Alabanza de la lentitud, Madrid, Alianza Editorial.

          El título deja poco lugar a dudas sobre su contenido. Caminar a mayor velocidad no equivale a conocer mejor lo que ofrece el camino, por lo que Maffei propone directamente huir de la cultura fundamentada en la rapidez de la imagen y volver al ritmo lento del lenguaje hablado y escrito y así recuperar el “pensar” sobre el “hacer”.
     Neurocientífico, Maffei explica por qué el cerebro es fundamentalmente una máquina lenta: para que todos podamos imprimir nuestra impronta personal en el desarrollo de nuestro cerebro. Los adultos tenemos  la obligación, por tanto, de ayudar a nuestros jóvenes a construir su propio cerebro, es decir, su comportamiento futuro.
          Hablar de lentitud obliga a hablar de “tiempo”. Maffei explica que no existe un receptor cerebral del tiempo y por tanto, el reloj cerebral es bastante impreciso: por eso las  esperas se hacen eternas, y los momentos de placer vuelan. Aún así, la sucesión en el tiempo de los acontecimientos relacionados entre sí es  la base del razonamiento- a diferencia de la comunicación visual, que sucede en paralelo y podría ser, por tanto, atemporal.
       El tiempo también determina dos tipos de pensamiento: el pensamiento rápido, y el pensamiento lento. El primero estaría relacionado con la supervivencia; el segundo es consciente y fruto no sólo de la evolución biológica sino también de la evolución cultural. Este último, el pensamiento lento, es el que realmente construye el cerebro.
    Con la llegada de los instrumentos digitales, es muy posible que las estructuras cerebrales estén cambiando de función y estructura, adecuándose a la velocidad del pensamiento rápido.
       Pero el pensamiento rápido es el padre y la madre del consumismo, la base de su éxito. Produce una bulimia de consumo, asociada a una anorexia de ideas y valores que, unidos a la globalización- esperanto cultural común y artificial-, son la base perversa de la sociedad actual.
     Junto a la globalización, el mercado es el otro dios ateo de  nuestra época. Difícilmente aceptará la economía de mercado ciudadanos críticos. Se priman las asignaturas  orientadas a la producción rápida de bienes y tecnologías adecuadas para el mercado. Por eso no sólo las materias humanísticas son consideradas obsoletas, sino también las científicas que no sean aplicadas. Tanto las materias científicas básicas como las humanísticas invitan a pensar en otros valores y asustan a la ideología consumista porque hacen al hombre más libre, menos homogéneo, más diverso. El artista y el científico se caracterizan por tener un pensamiento diferente, divergente, y por tanto, peligroso para el mercado.
       Maffei explica que podemos estar viviendo un retroceso en el tiempo, una involución cerebral. Se estaría dando la paradoja de que el hemisferio izquierdo-  lingüístico y evolutivamente más tardío-  estaría pasando a tener un papel inferior al ejercido por el hemisferio derecho- el de los automatismos necesarios para que el consumismo tenga éxito.
        El éxito evolutivo de esa humanidad “rápida” traería consigo la desaparición  de actos maravillosos pero inútiles: la conversación, el arte, la poesía, la contemplación, etc.

      ¿Qué hacer entonces? El instrumento más efectivo para luchar contra el pensamiento rápido: una educación que fomente el estímulo de la crítica individual.

José Ignacio